Se suele hablar mucho del colesterol, pero sus “primos hermanos”, los triglicéridos, son menos conocidos, a pesar de que representan un factor de riesgo cardiovascular tanto o más grave.
“Los triglicéridos son una grasa olvidada a la hora de evaluar el riesgo cardiovascular”, explica el Dr. Marcelo Tavella, cardiólogo especialista en lípidos e investigador del CONICET. Y agrega que según investigaciones desarrolladas en los últimos años, el exceso de triglicéridos puede ser aún más peligroso que el llamado “colesterol malo”, aunque no tenga tanta publicidad ni trascendencia mediática.
Además de contribuir a una eventual obstrucción arterial, el exceso de triglicéridos está asociado con enfermedades renales, hepáticas, metabólicas y circulatorias como diabetes, hipotiroidismo, hipertensión arterial y pancreatitis.
Los triglicéridos no son ni más ni menos que grasas transportadas a través de la sangre. Parte de ellos proviene de los alimentos. Se forman a partir de la digestión de la parte grasa de las comidas y de esa manera entran al torrente sanguíneo. Son utilizados para proveer energía de forma inmediata.
Todo lo que sobra pasa a formar parte del tejido graso. Pero los triglicéridos también son producidos por el hígado. Este órgano puede transformar en triglicéridos cualquier exceso calórico, así provenga de hidratos de carbono, proteínas o grasas. El exceso de triglicéridos está en relación, frecuentemente,
con una alimentación rica en hidratos de carbono complejos, en forma de alimentos como pastas, pan, galletitas facturas, pizza y empanadas.
Consultar a un médico es la mejor manera de saber si los niveles de triglicéridos se encuentran dentro de los valores normales. Dentro de los mismos análisis clínicos que se hacen para medir el colesterol, se puede solicitar su medición.
Una buena noticia: los triglicéridos responden más rápidamente que el colesterol al tratamiento con dieta y al ejercicio físico.
La dieta, factor clave
Ante una presencia elevada de triglicéridos, se recomienda:
■■Utilizar alimentos ricos en ácidos grasos omega 3, ya que “previenen la enfermedad cardiovascular, reducen la presión arterial y disminuyen los triglicéridos”, explica la Dra. Mónica Katz, docente de la Universidad Favaloro. Estos ácidos se encuentran en pescados como salmón, atún, caballa y sardinas. También están presentes en las semillas de chía.
■■Disminuir el contenido de grasa total de la dieta.
■■Reducir al máximo el pan, las galletitas, facturas, pizzas y empanadas.
■■Disminuir al máximo el contenido de lácteos con grasas saturadas, como quesos grasos, crema de leche y manteca. Utilizar siempre lácteos descremados.
■■Aumentar el consumo de grasas insaturadas de origen vegetal. Por ejemplo, los aceites de maíz, uva, girasol y oliva. No utilizarlos en frituras, ya que la cocción modifica su condición de insaturados.
■■Evitar el consumo de grasas trans, presentes en productos industrializados como snacks (entre ellos las papas fritas) y varias golosinas. Conviene buscar productos cuya etiqueta asegure la ausencia de estas grasas.
Fuente: Revista Esencia (N° 266 – Sep. 2013)